Según un informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, se calcula que el Estado gasta al año 680 millones de euros en universitarios que renuncian a la carrera. Las familias sufragan otros 170 millones.
Uno de cada tres estudiantes abandonan un grado en una universidad pública sin concluirlo. Y eso le cuesta al Estado 680 millones de euros al año. Según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA, el informe publicado incluye por primera vez una estimación en el estudio U Ranking.
Francisco Pérez y Joaquín Aldás, autores del informe, han presentado los datos donde se calcula que, en 2017, la renuncia de los universitarios supuso un coste total de 974 millones anuales, sin sumarle lo que desembolsa las familias (170 millones en enseñanza pública y 124 millones en la privada). Pérez, director del IVIE, ha resaltado que «es importante orientarse bien al elegir una carrera» y que «mejore el seguimiento antes y durante de los estudios porque las cifras son preocupantes».
Un alumno se considera que ha dejado de cursar un grado cuando pasan dos años desde que se matriculó. El U Ranking ha hecho el cómputo siguiendo a 376.000 alumnos matriculados en primer grado de una universidad en el curso 2012-2013. Al año siguiente, un 20,4% de los alumnos no volvió a inscribirse, y durante los dos años siguiente hubo un 12,9% de renuncias más. En definitiva, uno de cada tres, 125.000 estudiantes, abandonaron la carrera y el titularse.
Aparte del fracaso académico y emocional, para el Estado supone un coste a las arcas públicas ya que los alumnos deben costear los 1.100 euros de matrícula -y según en cada Comunidad autónoma serán mayores- mientras que el Estado invierte otros 4.000 euros.
El catedrático de Investigación de Mercados de la Universidad de Valencia, Aldás, justifica el abandono -más en centros públicos presenciales (27,4%) que privados (19,8%)- a las rentas bajas y al «menor acompañamiento del alumno». El IVIE no ha calculado cuántos han desistido por falta de fondos pero sí se sabe que, durante la crisis, el ingreso de alumnos a las universidades disminuyó y los hogares tuvieron que sufrir la subida de tasas, en algunas comunidades hasta del 67%. Salvo en Cataluña, en el resto de Gobiernos autonómicos han reducido el precio.
En cuanto a las universidades privadas, estas suelen pedir una nota de ingreso menor que en la pública, haciendo que los alumnos se matriculen en la carrera que quieran y el poder rendir menor Según el informe, es posible que un seguimiento más cercano al alumno pueda frenar el abandono en la privada.
El abandono se produce sobre todo en universidades no presenciales (62%). Según Aldás, “no hay una interacción personal con el profesor y por eso es difícil mantener la motivación. Además, son estudiantes de más edad, muchas veces tienen un trabajo y cargas familiares. La mitad de ellos ni siguiera se cambia a otra carrera”. A eso hay que unirse que a muchos les cuesta recuperar el hábito de estudiar. Por eso el IVIE insiste en la necesidad de “mejorar las herramientas digitales para cursar estudios de larga duración”.
Los estudiantes que más se cambian de grado, o bien abandonan la universidad son los de humanidades (19,4%). Según Juan Antonio Huertas, vicerrector de Docencia, Innovación Educativa y Calidad de la Universidad Autónoma de Madrid, «no suele haber nota de corte y era su segunda o tercera opción, por eso parte de ellos no tienen demasiada motivación, querían cursar otro grado». Él mismo reconoce que uno de cada cuatro alumnos que estudia Historia abandona la carrera al final.
Le siguen los estudios de Ingenierías y Arquitectura (17,9%).
Aldás relaciona el abandono en esas carreras debido al alto grado de exigencia y a que muchas universidades han tomado medias para subir los aprobados.
Por otro lado, las carreras de Ciencias de la Salud también tienen un porcentaje de abandono alto, el 15,5%, a pesar de que los que ingresan son alumnos con buen expediente y vocación.
Las universidades de Castilla y León 19.6 %% tienen casi la mitad de renuncias que las turísticas Canarias (38,8%) y Baleares (36,7%).
Antes de que se instaurara el plan Bolonia, sustituyendo licenciaturas por grados más prácticos, la tasa de abandono era de un 2-3% más alta. «En cuanto se ajustan los títulos baja el abandono». Aun así, sigue siendo bastante alta y se plantea necesario un cambio urgente para evitar que muchos universitarios dejen las carreras o puedan estudiar lo que realmente les gusta y sienten vocación.
Fuente: ElPaís.